Consumo, luego existo
Soy una paria, una apestada, un ser despreciado por la sociedad.
Yo, que un día fui recibida por un solícito ejecutivo de cuenta que hasta un café me ofreció con tal de que le aceptara » la tarjeta de crédito con la tasa de interés más baja del mercado», ahora soy ninguneada, ¿cómo?.
Aquella mañana trágica cuando acepté la tarjeta en realidad no entendí ni me interesó eso de la tasa de interés, es más ni recuerdo haberlo escuchado -primer error-, pero me brillaron los ojos cuando me dijeron la cantidad de establecimientos en donde podía gastar mi fabulosa nueva y amplia línea de crédito.
Ñaca ñaca! –rebosó mi yo interno frotándose las manos-. Firmé y salí del banco con ese aire de grandeza que se me da tan bien.
Han pasado casi seis meses desde que entró a mi línea telefónica por primera vez, aquel odioso mensaje que nunca terminaba de escuchar. -Mmmmm! creo que ese fue el segundo error.
«Le recordamos que tiene un saldo vencido en su tarjeta terminación… bip bip bip».
Ash!!! y mil veces Ash!!! Yo qué demonios iba a saber que los pagos mínimos no son la mejor idea, –que los meses sin intereses son buenos siempre y cuando pagues puntual y que justo ahí estaba el meollo: pagar todo y puntual- (tercer error).
Ahora, estoy aquí, a un par de metros de la ventanilla en la que pasaré derechito y sin escalas, 23 mil 580 pesotes de los 24 mil que recibí de la tanda que organizaron en la oficina, y a la que entré sólo por no seguir sufriendo el hostigamiento sistemático de la secretaria del jefe que con su voz compungida decía:
“!Entrale amiguita! Si no le hacemos así nomás no ahorra uno, hay que hacerse de un guardadito”.
Nunca pensé decir esto, pero sí, por primera vez la molesta Clara tenía razón, sólo que de los 24 mil pesos que recibí, ahora me quedan 420 mugrosos pesos para todo el mes, ¡juro que nunca gasté tanto pero los maldit… intereses!
Con mucho gusto me negaría a pagar esta cantidad que de sólo pensarla me saca ronchas, si no fuera porque a los 180 días con sus noches de llamadas del banco -a horas en las que la gente decente duerme-, se sumó el vergonzante hecho de quedar “fichada” en el Buró de crédito
-Muy bien señorita! Toda la documentación está completa, sólo hay un problemita.
-Ajá, dije sin despegar los ojos del auto que me llevaría al infinito y más allá. ¡Por fin dejaría de darle el golpe a los olores que emanan de los vagones del metro!
-Lo que pasa es que al no tener un historial de pagos positivo, no puede obtener el crédito.
-¿Historial de pagos? ¡Qué carajo es eso!
La mirada de la mujer detrás del escritorio cambió del «estoy para servirle» a «no me quite más el tiempo».
Llegué a la oficina y gracias a esas veces que la lengua se activa más rápido que el cerebro, le conté toda mi humillación a Clara.
-No amiguita, paga eso a la de ya, porque si no lo haces nunca vas a tener un historial limpio, y qué harás cuando quieras comprarte un departamentito. Yo digo que pagues y empieces de cero.
Nuevamente Clara tiene razón, empezaré de cero, ¡claro que empezaré de cero!. Cero pesos, cero auto, cero crédito.
Y aquí estoy, a unos metros de la ventanilla que me dejará… en ceros.