Recreo Económico
Para comprender los terribles efectos que causa en el país la tan mencionada inflación, México ha tenido que invertir gran parte de su historia y sufrir en carne propia episodios tan devastadores como el conocido Efecto Tequila, periodo crítico que llevó a muchos mexicanos a perder su patrimonio, su empleo e incluso algunos, hasta su fortuna; por eso a nadie se le ocurre repetir esa experiencia.
También se explica por qué desde 1988 los abundantes pactos, alianzas, y acuerdos con participación directa del gobierno, sindicatos y empresarios, estuvieron enfocados a recuperar “el bienestar económico de los mexicanos, mejorar su calidad de vida y abatir la pobreza”, así como tareas relacionadas con la competitividad, la productividad, etc, etc.
A lo largo de las últimas tres o cuatro décadas, empresarios y autoridades nos han enseñado con mucho tino, lo pernicioso que resulta iniciar la carrera “salarios-precios”, y cómo para abatir la inflación la fórmula “correcta” es contener la incómoda idea de aumentar salarios y dejar que los precios se regulen por lo que ordene el mercado, es decir, la oferta y la demanda.
Con la “amplia” experiencia ganada todo este tiempo, no resultó extraño que la semana pasada el Banco de México, Hacienda, el SAT y los empresarios, salieran a recordarle a la población lo fatídico que resultaría para el país, invocar al “temible fantasma de la inflación”, con la pretensión de aumentar el salario mínimo.
Banxico asegura que con la estrategia hasta ahora aplicada, México vive la “fortuna” de tener casi dos décadas con estabilidad de precios, un elemento indispensable para que las empresas puedan planear su desarrollo en el mediano y largo plazo y los consumidores no tengan que sufrir la aplicación “del impuesto más injusto y regresivo que es la inflación”.
Sin embargo, ninguno de los defensores de dicha estabilidad ha explicado hasta el momento por qué no se logró evitar el derrumbe del poder adquisitivo del trabajador en casi 70 por ciento, -dicen los conservadores- y cómo la jerga política, reconoce que este tema “sigue siendo una asignatura pendiente”.
¡Productividad, productividad, señores!, no aumentar los salarios por decreto -refutan las organizaciones empresariales y funcionarios públicos- a los necios que sólo buscan desestabilizar y destruir el camino andado…
Con la propuesta del presidente del PAN, Gustavo Madero y la del jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, de revisar el nivel del salario mínimo en México, el debate seguro se tornará intenso, aunque a destiempo, ¿no hubiese sido oportuno que estas voces alzaran la voz cuando se discutió la reforma laboral?. Por cierto, ¿alguien se acuerda todavía de ese cambio estructural?.
La revisión del ingreso de los trabajadores que sobreviven con uno a tres salarios mínimos en este país, es un tema urgente, particularmente ahora que BBVA Research destacó el revelador dato, que el decil más bajo de la población en el país, dedica 63 por ciento de su ingreso al pago de deuda, lo que muestra cómo para mantener el ritmo habitual de consumo, es necesario recurrir al endeudamiento, ¿le habremos aprendido algo al gobierno?.
Aún más importante sería conocer por qué si las empresas y el gobierno ya tienen la fórmula perfecta para recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores (la productividad), por qué no han actuado a lo largo de todos estos años, y si esta solución tan efectiva ya se aplicó, por qué no surtió efecto entre los casi 30 millones de agentes económicos que optaron por migrar a la redituable informalidad.