Fundamental elevar niveles de productividad.
En América Latina, disminuir la desigualdad social es un desafío permanente y difícil de superar si no se hace un esfuerzo por estimular la innovación, formar y atraer talento, y fortalecer las capacidades científico-tecnológicas.
De acuerdo con Gonzalo Rivas, jefe de la División de Competitividad, Tecnología e Innovación en el BID, los países de América Latina se encuentran entre los más desiguales del mundo, pero también son de los menos innovadores.
El especialista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) refiere que ningún país de la región está entre los primeros 50 del ranking del Índice Mundial de Innovación 2019 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
“Aunque hoy la mirada está puesta en las urgencias que emanaron de las protestas sociales, es difícil pensar que los países latinoamericanos podrán avanzar demasiado en enfrentar los retos que tienen por delante si no se hace un esfuerzo por promover mayor innovación”.
En opinión de Gonzalo Rivas, es claro que políticas que mejoren la inclusión social deben ser una prioridad, pero también es importante notar que sin un importante incremento de la productividad será muy difícil sostener un mayor nivel de gasto social y menos aún generar mejores empleos, que son clave para disminuir la desigualdad.
En las últimas décadas la expansión económica de la región se ha sustentado fundamentalmente en el crecimiento demográfico y en la explotación extensiva de recursos naturales; sin embargo, en varios países ya se experimenta una transición demográfica que implica que una creciente proporción de adultos mayores deberá ser sostenida por una porción menor de personas en edad de trabajar.
“Ello sólo será posible con un fuerte aumento de la productividad y la evidencia acumulada por años de investigación nos dice que la innovación es el factor que permite generarlo”.
Los efectos del cambio climático ya se hacen sentir en la región en forma de creciente escasez hídrica, surgimiento de nuevas plagas, inundaciones e incendios, entre otros, todo lo cual afecta la capacidad productiva en el campo agropecuario, forestal, minero o acuícola.
Más aún, la necesidad de cumplir con estándares medioambientales elevados, así como la competencia por el uso del agua y del territorio en general, han vuelto difícil la materialización de grandes proyectos de inversión que antes eran rápidamente aprobados, sin perjuicio de los impactos que podían tener en el entorno o en la vida de las comunidades.
De este modo, América Latina en realidad no sólo enfrenta el desafío de lograr mayores niveles de inclusión social, sino el gran reto de elevar la productividad y ser más sustentable ambientalmente.
Para el especialista, no existe ningún camino distinto al de lograr mayores niveles de innovación para poder conciliar la necesidad de crecer económicamente con las impostergables demandas de inclusión social y sostenibilidad; es a través de la introducción de nuevas formas de producir o de nuevos tipos de producto que se puede lograr un uso más eficiente y a la vez ambientalmente sostenible de los recursos.
La historia muestra que, enfrentados a coyunturas similarmente dramáticas, países como Finlandia, Irlanda o Corea del Sur, tuvieron el coraje de entender que no hay atajos para el desarrollo.
“Estas naciones destinaron, y siguen destinando, significativos recursos públicos para estimular la innovación, formar y atraer talento, y fortalecer sus capacidades científico-tecnológicas. Sus esfuerzos no tuvieron frutos inmediatos, pero hoy los resultados están a la vista”.
C$T-GM